Después del delirio alemán, llegué con ganas del sabor latino... un movimiento de cadera de cadera. Salgo con Frida y como suele suceder cuando estamos las dos solas, adoptó un papel similar al de Amelita, pero alcohólica.
Esa noche mi presa es un tipejillo que ya había visto, y del cual había comentado que me parecía lindo y como no iba a parecerme lindo¿? medio alto, delgado, con barba... ahi tienen todo mi estereotipo.
A lo que Frida calculadoramente contestó: que tengo unos gustos un tanto extraños y que mi presa es un bebedor que se queda dormido en cualquier lado y le llaman “el tapete”. En ese momento me pregunto …
¿Será que Frida no me conoce?
¿Ella cree que la palabra bebedor me va a ahuyentar?
(risas en mi mente)
Efectivamente, la palabra bebedor no será un impedimento para mi y en un polvo casual hasta me resulta atractivo.
De él se poco o nada, lo único de lo que me entero por una comunicativa amiga de Frida es que él estaba esperando a su novia, la cual nunca llegó. Por la comunicativa amiga que parece medio bruja también, me entero que la novia es toda una dulzura, berraca, independiente y que están iniciando una relación madura con el tipejillo en cuestión, tanto que acaban de llegar de un largo viaje, lo que para mi se traduce en que la relación es medio sería.
En mi mente surgieron dos opciones:
1. Ser una mujer que respeta las relaciones y alejarme del tipejo.
2. Hacerme la loca.
La noche comenzó con mi pleno convencimiento de que no sucederá nada…. solo faltan unos cuantos guaros para que cambie de opinión y comience a coquetear, bailar con él y para él, hacer algunas bromas y resulta más que evidente que le tengo ganas y que él no me es indiferente.
De alguna forma convenzo a Frida de que llevemos a la víctima, a la casa del lenocinio (autoría de Frida), donde Frida destruye todas mis esperanzas de lograr algo, me dice que él es un hombre comprometido y que solo se quedará dormido.
Derrotada y ofendida, me dirijo a dormir.
Oh sorpresa cuando el personaje no estaba dormido, todo lo contrario… el performance es bueno, otra vez he saciado mi verano de mal sexo. En este post el sexo pasa segundo plano, cuando comienzo a sentir el más odiado de los sentimientos, LA CULPA.
La culpa es un sin sentido, dado que ya no puedes cambiar la situación que la produce e igualmente te sigues sintiendo una mierda como si esperaras obtener un aprendizaje de esto. Lo que no hemos terminado de aprender los seres humanos es que somos capaces de justificar cualquier tipo de acción cuando queremos conseguir algo.
La culpa proviene de mi lástima ridícula por la novia del tipejo, por amigos en común en una red social observó como ella es una comprometida defensora del “amor verdadero” y de las “historias románticas de amor” de esta forma empiezan a dejar de funcionar mis comentarios descarados.
Yo no estoy comprometida, no es mi problema. bla bla bla…
Él es una persona adulta puede decidir bla bla bla…
Al final comprendí que la infidelidad tiene categorías, y que el sexo casual puede ser el nivel básico, el personajillo tendrá sus motivos, los cuales no soy nadie para cuestionar. Al final yo no estoy interfiriendo porque no me importa en lo más mínimo mantener contacto con el tipejo este.
Es más puedo ser descarada y decir que he ayudado a esta relación por los siguientes motivos:
1. Le di un respiro a la relación.
2. Puede el personajillo cuestionar que tanto quiere estar con su novia y continuar seguro de la relación.
3. En conclusión, fue algo pasajero que los fortaleció como pareja.
Y así es como oficialmente he dado clausura a mi sentimiento de culpa, y he dado inicio a una fase de altruismo en mi papel de “couple rescuer”.