jueves, 17 de julio de 2014

Delirio Alemán 2. El pueblerino fiel


Un amor de verano a mis 25 casi 26 debería estar cargado de escenas porno, de sexo en la mañana, en la tarde, en la noche y entre comidas. Pero no, mi delirio veranero inició como si tuviera 16 y finalizó como si tuviera 12.


El escenario, perfecto. Una costa paradisíaca en un país que se congeló en el tiempo. La música invadiendo un espacio idílico de playa y noches estrelladas, y el alcohol disfrazado de dulces cocteles generaban el clima perfecto para unas noches de ensueño.  Conocí a este chico en una noche de rumba. Con mis amigas solemos tomarnos los sitios y las horas de silencio y llenarlos de música, risas y mucho baile. Él estaba sentado con su grupo de amigos y preguntó al barman: - Cubans or Spainish. En ese momento me acerqué,  y en un impulso nacionalista, solamente inducido por el alcohol, le dije: No no no no Colombians, pure dance, music and Cumbia.

A nuestros amigos Alemanes (importante mencionar que no vienen de un pueblo de más de 150.000 habitantes al que llaman ciudad)  les dimos una noche de baile. Una escena cliché de mujeres latinas que bailan son, cumbia y salsa y son admiradas por sus amigos europeos. Un estereotipo solo superable por la fiesta dos días después con los mismos protagonistas: un plano secuencia sacado de un videoclip salsero donde una latina sexy con una rosa en el pelo conquista con su baile al turista de primer mundo.




Yo como de costumbre solo bailaba y saqué a mi nuevo amigo alemán a bailar. Un primer buen indicio, un europeo bailando,  sobre todo a  mí que no me importa si lo hace bien o mal lo que importa es la energía. Pues después de largas horas y de mojito tras mojito, la Amelita lanzada se animó a robarle un beso. La respuesta, un rechazo. La disculpa, una dulce novia alemana esperando a su galán universitario que emprende travesías por tierras tropicales, calientes y eróticas sin siquiera un freepass a  su favor.  Quien osa rechazar a la mamacita de Amelita?, esto es indignante, irritante, pero… aquel rechazo inesperado provocó en mí un profundo delirio de primer amor adolescente que ni el zarandeo de Frida tras tres días de colonización germánica, logró despertar.

Por su parte mi amiga Simone, como de costumbre, también entabló una conversación sexy-agresiva  con otro de los chicos,  y como siempre la efectividad de mi amiga, sin tanto show y parafernalia como a mí sí me caracterizan, logró el tan deseado polvo veranero que yo ni siquiera alcancé a rozar. Y aunque el rendimiento del alemán no le dio la talla a la morena sexy, al menos se quedó con recuerdos dulces, de un europeo pueblerino medio empalagoso, para su lista de polvos overseas.
Volviendo a lo que a mi concierne, ¿En qué terminó todo el asunto? En Amelita cediendo su cuarto tres noches seguidas a la feliz pareja mientras compartía cama con dos desconocidos alemanes y se mordía los labios, las uñas y el pelo para no meterse en la cama del “fiel alemán” y saquearlo en una cínica acción emancipadora contra lo que sus hermanos europeos españoles hicieron con nuestras tierras latinas.

Smith es el nombre del europeo que me robó la energía durante toda mi estancia en aquella playa,  y yo una Pocahontas suramericana rogando por ser dominada. Y es que tras múltiples señales confusas, miradas eternas y juegos adolescentes, ni un solo roce de labios ocurrió. Más bien mi imaginación voló hasta el infinito, y en la mente hice todo lo que físicamente me fue imposible.
De la historia solo me quedan dos enseñanzas, la primera, que así lo niegue públicamente hasta el cansancio, soy el tipo de mujer que se siente atraída por el rechazo de un hombre. La segunda, que definitivamente prefiero un mal polvo que conozca y reconozca, como le sucedió a mi amiga Simone, a quedarme con la duda eterna de un polvo que nunca sucedió.

Epílogo. Mejor tercermundista urbano, que pueblerino de primer mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario