Martes
Robert,
sonrió estirando su piel negra y me dijo en spanglish que era increíble la
cantidad de enfermedades mentales de ahora, me dijo que en todas partes las
personas odiaban su trabajo, a sus jefes, entonces yo reí y bajé mi rostro, reí
con sorna. “Robert” dije, “yo soy una de esas”. Él rió también, “claro que no”,
pensó, pero no me lo dijo entonces, solo
se acercó y puso su mano sobre mi cabeza, “hay que sacar a ese demonio de ti”
dijo bromeando.
Ladeó su rostro pensando en mí,
nunca había pensado en mí, no mientras yo estaba con él, pero en ese momento
pensó en mí, pensó en que era algo cobarde, a pesar de ser tan dura, tan fuerte
y tan segura, era cobarde para dejar todo atrás e inventar el mundo, de hecho me
imaginó en cuatro teniendo sexo y se preguntó si yo era capaz de hacerlo con
algún desconocido. Yo decidí ignorar ese último pensamiento y pensé
en sus otros pensamientos y pensé que era muy fácil pensar desde la vida
migranteprimermundista en tercer mundo con tantas azafatas, meseras, hasta
oficinitas como yo que quieren aprender inglés, que se meterán en su cama como
una técnica de inmersión en el idioma. Y es que ¿qué pensaba este tipo acaso?
Entonces lo miré seria y le dije en inglés que era mucho más fácil para él no
odiar su trabajo porque en últimas él era un hippie bien pagado y dije eso
pensando que probablemente él prefería a las chicas a las que les gusta estar arriba,
lo imaginé con los brazos cruzados atrás de su cabeza, sonriendo satisfecho de
una chica trabajando sobre él pfff, zafo.
Él pensó que ser migrante
primermundista estaba sobrevalorado y me dijo que en primer mundo también hay
mucha gente pobre, pero ni eso me llevó a cambiar de idea, seguiría siendo un
migranteprimermundistaquezafo.
Jueves
Tengo tan pocas ganas de hacer mi trabajo. Miro por la
ventana y pareciera que las nubes cayeran sobre la ciudad, se regaran y se
estrellaran contra los cerros orientales, me encantan estos días grises, son
días en los que parece que todo puede ocurrir, pero yo sigo aquí sentada en
este cubículo mientras Robert camina por la ciudad. Me escurro en la silla y
vuelvo a mirar el computador, en la última clase Robert puso la mano sobre mi
cabeza, nunca antes me había tocado, no así, la primera vez que lo vi me dio la
mano, lejos de su cuerpo, la siguiente vez, cuando Liliana se unió a las clases, comenzamos a reír y nuestras manos y cuerpos se fueron acercando, irónicamente,
en nuestras despedidas.
Liliana fue la que inició el asunto de los besos en la
mejilla. Una noche salimos los tres al acabar la clase y Liliana me dijo que
cogiéramos un taxi juntas, consiguió uno y, como si fuera el último taxi de la
ciudad, le dio un beso a Robert en la
mejilla y corrió al auto, yo sin pensarlo hice lo mismo, él tampoco lo pensó,
fue después, caminando a la casa, ahí pensó que yo soy sonriente pero no
toquelona.
Y entonces toca mi cabeza y ahora no puedo dejar de pensar
en él? No tiene sentido, este verano si me está dando duro, me escurro un poco
más, cada cuánto tendrá sexo Robert? Tendrá pareja? Yo no me creo ese cuento de
que viaja por el mundo así como así, esos migrantes cuarentones siempre están
persiguiendo a una colombiana y por eso llegan acá, luego quedan estancados,
como Rafael, ese pobre brasilero que caminaba por las calles del centro de
Bogotá como arrastrando una cadena invisible, hecha de esta niebla tan genial,
sonrío, mierda, qué hora es? Debería llamar al jefe de prensa. Miro la ventana,
tengo muchas ganas de ver a Robert , estiro mis brazos y arqueo mi espalda
mientras bostezo.
Sábado
Simone está coqueteando, la veo en el bar bailando y
haciendo cara de supesexy y yo me bebo una cerveza como si fuera agua, y ladeo
mi cabeza y recuerdo a Robert sonriendo, entonces veo a este chico, a este
adorable chico que se parece a Robert, y trato de mirarlo, así como Ruby Arpía
dijo que había que levantar, mirando, mirando y mirando la cosa llega, y no sé
qué pensaría el chico, lo cierto es que se acerca y comenzamos a bailar y
tenemos una charla sin nada de calidad de lo mismo que la gente charla en un
bar, edad, ocupación y estatus social y a la salida el tipo me dice que soy una
chimba y que vayamos a su casa y en el taxi me pregunta cómo me llamo otra vez y
yo invento otra vez, me llamo Marina y me dice, ahhh, como mi novia! Y yo me
río y pienso que imbecilizaso. Me dan ganas de bajarme del taxi, pero esa noche
tendría sexo con Roberttercermundistaimbecilizaso y estuve en cuatro.
Martes
Robert ha perdido su encanto, él piensa que es una lástima
que ya no le sonría, trata de tocar mi hombro mientras me explica una cosa de
los IF, el futuro irreal, piensa en mí, piensa en invitarme a cenar, trato de
esconder mi risa, qué cosa tan irreal, tan imposible, tan improbable. En un
momento dado me dice que vayamos a tomar algo después de clase, yo toco su
hombro, como cualquier cruela y le digo amistosamente, “claro Robert, espérame
le digo a Liliana”, entonces Robert piensa, y esto es lo último que pude
escuchar de sus pensamientos, “las malditas tercermundistas conservadoras
calienta huevos”, y yo, solo para ser cruel, le dije que tenía muchas ganas de huevos
revueltos con cebolla y tomate.