lunes, 21 de octubre de 2013

Cuentos de verano: El profesor de inglés.


Martes

Robert, sonrió estirando su piel negra y me dijo en spanglish que era increíble la cantidad de enfermedades mentales de ahora, me dijo que en todas partes las personas odiaban su trabajo, a sus jefes, entonces yo reí y bajé mi rostro, reí con sorna. “Robert” dije, “yo soy una de esas”. Él rió también, “claro que no”, pensó,  pero no me lo dijo entonces, solo se acercó y puso su mano sobre mi cabeza, “hay que sacar a ese demonio de ti” dijo bromeando.
Ladeó su rostro pensando en mí, nunca había pensado en mí, no mientras yo estaba con él, pero en ese momento pensó en mí, pensó en que era algo cobarde, a pesar de ser tan dura, tan fuerte y tan segura, era cobarde para dejar todo atrás e inventar el mundo, de hecho me imaginó en cuatro teniendo sexo y se preguntó si yo era capaz de hacerlo con algún desconocido. Yo decidí ignorar ese último pensamiento y pensé en sus otros pensamientos y pensé que era muy fácil pensar desde la vida migranteprimermundista en tercer mundo con tantas azafatas, meseras, hasta oficinitas como yo que quieren aprender inglés, que se meterán en su cama como una técnica de inmersión en el idioma. Y es que ¿qué pensaba este tipo acaso? Entonces lo miré seria y le dije en inglés que era mucho más fácil para él no odiar su trabajo porque en últimas él era un hippie bien pagado y dije eso pensando que probablemente él prefería a las chicas a las que les gusta estar arriba, lo imaginé con los brazos cruzados atrás de su cabeza, sonriendo satisfecho de una chica trabajando sobre él pfff, zafo.
Él pensó que ser migrante primermundista estaba sobrevalorado y me dijo que en primer mundo también hay mucha gente pobre, pero ni eso me llevó a cambiar de idea, seguiría siendo un migranteprimermundistaquezafo.

Jueves

Tengo tan pocas ganas de hacer mi trabajo. Miro por la ventana y pareciera que las nubes cayeran sobre la ciudad, se regaran y se estrellaran contra los cerros orientales, me encantan estos días grises, son días en los que parece que todo puede ocurrir, pero yo sigo aquí sentada en este cubículo mientras Robert camina por la ciudad. Me escurro en la silla y vuelvo a mirar el computador, en la última clase Robert puso la mano sobre mi cabeza, nunca antes me había tocado, no así, la primera vez que lo vi me dio la mano, lejos de su cuerpo, la siguiente vez, cuando Liliana se unió a las clases, comenzamos a reír y nuestras manos y cuerpos se fueron acercando, irónicamente, en nuestras despedidas.
Liliana fue la que inició el asunto de los besos en la mejilla. Una noche salimos los tres al acabar la clase y Liliana me dijo que cogiéramos un taxi juntas, consiguió uno y, como si fuera el último taxi de la ciudad, le dio un beso a Robert  en la mejilla y corrió al auto, yo sin pensarlo hice lo mismo, él tampoco lo pensó, fue después, caminando a la casa, ahí pensó que yo soy sonriente pero no toquelona.
Y entonces toca mi cabeza y ahora no puedo dejar de pensar en él? No tiene sentido, este verano si me está dando duro, me escurro un poco más, cada cuánto tendrá sexo Robert? Tendrá pareja? Yo no me creo ese cuento de que viaja por el mundo así como así, esos migrantes cuarentones siempre están persiguiendo a una colombiana y por eso llegan acá, luego quedan estancados, como Rafael, ese pobre brasilero que caminaba por las calles del centro de Bogotá como arrastrando una cadena invisible, hecha de esta niebla tan genial, sonrío, mierda, qué hora es? Debería llamar al jefe de prensa. Miro la ventana, tengo muchas ganas de ver a Robert , estiro mis brazos y arqueo mi espalda mientras bostezo.


Sábado

Simone está coqueteando, la veo en el bar bailando y haciendo cara de supesexy y yo me bebo una cerveza como si fuera agua, y ladeo mi cabeza y recuerdo a Robert sonriendo, entonces veo a este chico, a este adorable chico que se parece a Robert, y trato de mirarlo, así como Ruby Arpía dijo que había que levantar, mirando, mirando y mirando la cosa llega, y no sé qué pensaría el chico, lo cierto es que se acerca y comenzamos a bailar y tenemos una charla sin nada de calidad de lo mismo que la gente charla en un bar, edad, ocupación y estatus social y a la salida el tipo me dice que soy una chimba y que vayamos a su casa y en el taxi me pregunta cómo me llamo otra vez y yo invento otra vez, me llamo Marina y me dice, ahhh, como mi novia! Y yo me río y pienso que imbecilizaso. Me dan ganas de bajarme del taxi, pero esa noche tendría sexo con Roberttercermundistaimbecilizaso y estuve en cuatro.


Martes


Robert ha perdido su encanto, él piensa que es una lástima que ya no le sonría, trata de tocar mi hombro mientras me explica una cosa de los IF, el futuro irreal, piensa en mí, piensa en invitarme a cenar, trato de esconder mi risa, qué cosa tan irreal, tan imposible, tan improbable. En un momento dado me dice que vayamos a tomar algo después de clase, yo toco su hombro, como cualquier cruela y le digo amistosamente, “claro Robert, espérame le digo a Liliana”, entonces Robert piensa, y esto es lo último que pude escuchar de sus pensamientos, “las malditas tercermundistas conservadoras calienta huevos”, y yo, solo para ser cruel, le dije que tenía muchas ganas de huevos revueltos con cebolla y tomate.   

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