jueves, 13 de febrero de 2014

Realidad-es.


El futuro nos tortura y el pasado nos encadena.
He ahí por qué siempre se nos escapa el presente.

Gustave Flaubert

Esta es solo una de las tantas historias que suceden en este mundo al que caprichosamente llamamos realidad. Relatos que a diferencia de las ficciones no empiezan con un inicio ni terminan con un final, simplemente transcurren en un lugar y se diluyen en el tiempo.

Él es un hombre perdido en un extraño fenómeno cíclico del tiempo y el espacio, mientras mi mundo transcurre en un supuesto plano lineal, él da círculos en el tiempo.   Mi punto de inicio es marcado por aquel lugar y aquel momento en el que empiezo a existir, y mi punto final en aquel momento en el que dejo de hacerlo, cuando muero; mi vida pasa de un punto al otro en una sola dirección, en un único sentido. El sin embargo, siempre ha existido, nunca ha dejado de hacerlo y está condenado a repetir su vida, su día, eternamente. A él lo condena su condición, a mí me condena la rutina.

Dos cuerpos que se encuentran repetidamente en el tiempo y en el espacio pero que solo cobran sentido en el plano de las ideas.  El pasea todos los días el mismo espacio pero es alimentado por lo que observa, toca, escucha: vive diferente el mismo día, su único día, gracias a las percepciones de ese plano externo del que nunca ha hecho parte. Yo por mi parte con todo un mundo de opciones, camino día a día mis propios pasos, pensando en las mismas ideas.  A mí me condena el tiempo, a él  lo libera su mente.

Decidí al fin, cambiar. Me pasearé entonces por otros lugares y mi cuerpo recorrerá nuevos escenarios. Ya no volveré a ver a aquel hombre que durante nuestros encuentros solo miré, pero que me hizo entender que la realidad no es una sola y que mientras unos divagamos entre el pasado y el futuro, algunos otros solo existen para el presente.


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