lunes, 17 de marzo de 2014

Será que los tipos no sospechan?

Es curioso cómo la idea de la mujer pura y seria ha perdurado a lo largo del tiempo. No tengo ninguna referencia al respecto de esto, pero si he visto las caras desencajadas de mis interlocutores hombres cuando les hablo de sexo, cuando les hablo de mi deseo, claro, uno que otro se calienta, pero por lo general lo que piensan, además de querer tirar conmigo, es que soy una puta bandida, bandida, corazón, corazón mal herida!

Lo cierto es que no soy ninguna puta, porque no me pagan (ZAZ! chiste de la noche); pero si estoy en una época en la que mi deseo ha crecido a niveles exorbitantes. A lo mejor lo que ocurrió es que no tuve aquella fase hormonal en mi adolescencia en la que todo es un sancocho de deseos, pajas y suspiros de todos contra todos, o sobre todos. Puede ser que mis hormonas se hayan acompasado al ritmo de la edad de nuestra cultura, esto es, que los 20 son la nueva adolescencia. Y esto tiene consecuencias nefastas, sobretodo para mi que solía ser una chica de gustos exquisitos: hombres bien feos, casi bestias, muy inteligentes, que fijo son muy muy buenos polvos porque no levantan ni el polvo, valga la redundancia, que además son agradecidos porque no siempre tienen el placer de hacer suspirar a un bombón como yo.

Al contrario de mis deseos históricos, parece que mi cuerpo ahora busca a su macho para reproducirse y sobrevivir a cualquier apocalipsis zombie. No puedo resistir la charla encantadora de algún tipo alfa, bien dotado en apariencia, deportista, moreno, alto, con un gran trasero, que además no sea tímido y que sea capaz de asesinar a unos cuantos zombies para evitar que me coman, todo esto para perpetuar la especie. Lo más grave es que sé por experiencia que estos personajes están sobrevalorados, que son pésimos polvos, pero eso parece no importarme, hay que ver cómo me sonrojo cuando se me acercan, mi imaginación es incontrolable, me veo metida en charlas serias pensando en cómo sería si este tipo del frente y yo nos fuéramos al baño, y yo sobre el lavamanos, con una falda (mierda, no tengo puesta hoy la falda!) y los calzones en el piso mientras su rostro sonríe satisfecho por mi cara de placer, tengo que detenerme, pero sigo sonriendo y asintiendo como si en realidad más del 50% de mi atención estuviera sobre la conversación. pufff, suspiro. Lo más grave es que no hay pilas para tantas pajas, mi vibrador parece estar deshilachandose de tanto uso.

Como siempre, las preguntas del final:
¿esto será una moda ninfómana, una crisis de la mediana edad, una perversión? Aunque sé muy bien que mis perversiones no son desviaciones ni enfermedades, al contrario, hacen parte de mi encanto.
¿los tipos sospecharán que nosotras también nos ahogamos en deseos pornográficos y que en muchas ocasiones solo queremos comérnoslos en el baño, en el acto, sin esperas ni charlas?
¿si lo supieran podrían manejar todo ese poder?

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